miércoles, 17 de julio de 2013

¿Es Necesario Perder Para Valorar?

Varias encuestas comprueban que la mujer habla más que el hombre, bueno, no era necesario hacer ninguna pesquisa para saber de eso. Pero, hay más detalles: nosotras aprendemos a hablar más rápido y, claro, hacemos mucho más reclamaciones que ellos. Estamos muy al frente en eso.
Y tenemos una victoria no muy agradable de se comentar: durante la vida, hablamos tres veces más que los hombres – ¿entendió porque el hombre huye para no discutir la relación? Ellos entran en desventaja, jeje.
Delante de esos resultados, me gustaría incentivar algunos minutos de reflexión sobre lo que se ha impregnando nuestras relaciones ¿Será que hemos puesto atención a esas miles de palabras?
Nadie logra agradar hablando demasiado o reclamando de todo. Hay mujeres que nunca están contentos con nada, se quejan del invierno, verano, la lluvia y el sol, el clima seco y húmedo, del jefe exigente y del bueno; centro comercial lleno o vacío, el ruido y el silencio … En fin, quejas interminables.
Vean los ejemplos de las reclamaciones:
  • Del marido:
Si es tranquilo, cariñoso, romántico y le gusta cuidar a los niños, reclama que es muy acomodado y que se queda mucho en la casa. Ella se cansa y dice: “Falta energía, quizá pelear ayude…”
Pero, si él es del tipo despistado, que llega un poco más tarde, ella reclama que él no se preocupa con ella, con los niños, y que solo piensa en él…
  • De la ciudad donde vive:
Si es grande, reclama que el tráfico es insoportable y que nadie nota a nadie; pero, si es chica, dice: “Aquí es muy aburrido, sin gracia, todo el mundo pensando en mis cosas, no hay nada que hacer…”
  • De la casa:
Si es grande, reclama que gasta mucho tiempo y dinero para mantenerla; muchos baños, la escalera… Pero, si es chica: “¡Que horror! No tenemos ninguna privacidad, no puedo recibir a nadie, eso es un cubículo”.
  • De la vajilla:
Si la cocina es equipada, reclama porque hay muchas cosas para lavar: “¡Son demasiadas ollas!”; si hay poca, reclama que no logra cocinar a gusto y dice: “Casi no tengo ollas…”
  • Del cabello:
Si es lacio, reclama: “Me gustaría que fuera rizado …” Y quien lo tiene rizado, gasta una pequeña fortuna, porque lo quiere lacio.
  • Del cuerpo:
La que tiene la cadera ancha, reclama: “No puedo usar la ropa que me gusta, me siento gorda, llamo mucho la atención…”; pero la delgada toma todas las vitaminas y dice: “Yo daría cualquier cosa por tener grandes curvas …”
La de piel blanca reclama y se pone al sol queriendo quedar morena, y la morena suspira pensando en lo bueno que seria ser la “blanca nieves…”
  • De la suegra:
Si ella da atención, quiere ayudar, reclama porque cree que se entromete y no quiere su ayuda; si ella se mantiene apartada, reclama que ni se acuerda de su existencia…
Existen reclamaciones que son legítimas, por eso debemos siempre ver cual la motivación de que estamos hablando. Y cuando percibir que ese es un defecto, busque un cambio, pues no es siempre fácil y rápido.
Y si usted está cansada de leer esas reclamaciones, ¿qué tal hacer un auto análisis? ¡Pues puede ser que las personas también no estén le aguantando más!
No podemos caer en el error de nunca estar contenta. Es común las personas pensaren que, reclamando, lograrán todo, pero no es así.
Heredamos esa insatisfacción de Eva, que se contentaba con lo más perfecto jardín, con todos los árboles, menos con una. Ella tuvo que probar la que no debía, y logró perder todo de bueno que había recibido de Dios.
Quizá usted esté en el paraíso y no da valor a eso. ¿Será que es necesario perderlo?
                                                             2
Retirado del blog de Cristiane Cardoso

jueves, 4 de julio de 2013

"Y todavía hacéis esto..."

                         

“Y todavía hacéis esto: cubrís el altar del Señor de lágrimas, de llanto, y de gemidos; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano.” Malaquías 2:13
Así ha sido la vida de una gran parte de las personas que dicen ser de Dios, cristianas: llanto, lágrimas, lamentos, etc., acompañadas de ofrendas religiosas y sin contenido espiritual, como si Dios se dejase influenciar por la emoción y los sentimientos, o por esas mismas ofrendas vacías.
El Altar es el lugar donde es decidida la vida de aquellos que suben a él a través de sacrificios, pues fue para eso que fue erigido.
Es todo o nada, el punto de contacto entre la criatura y el Creador. Es allí donde la persona deja de ser aquello que es para ser aquello que Dios quiere que ella sea.
Hay momentos para lamentarse, llorar, clamar, gemir, pero la persona puede hacer eso en el atrio, en la iglesia, en casa… ¡EL ALTAR ES PARA DECIDIR!
Jacob fue bendecido económicamente y, consecuentemente, construyó una familia numerosa, porque había hecho el voto de ser diezmista, y cuando el voto es sincero, acompañado de fidelidad, Dios cumple, porque Él es Fiel y Verdadero.
Pero para que su identidad fuese cambiada y la Promesa fuese cumplida por completo, fue necesario el sacrificio de la entrega total, material, física y espiritual, quedándose solo delante de Dios, despojado de todo.
¡Llegó su turno!
El Altar está preparado, así como la mano de Dios está extendida hacia usted.

Sacado del blog del obispo Macedo.

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