martes, 8 de abril de 2014

Matándonos lentamente

Las palabras tienen un peso. En el momento que las dices en voz alta, en verdad se están escribiendo en el corazón de alguien, y a veces una persona va a vivir toda su vida con esas palabras …
Dios tolera nuestros corazones obstinados día tras día y aún así Él no nos destruya con palabras. Al contrario, Él siempre nos dice algo- como que siempre podemos empezar de nuevo (Isaías 43,18-19), que nunca se olvida de nosotros “(Isaías 49:15), que Él siempre estará ahí para nosotros (Mateo 28:20), que su amor es incondicional (Romanos 8:35), que somos la niña de sus ojos (Zacarías 2:8), que nuestros nombres están escritos en la palma de sus manos (Isaías 43: 16) …
Además de tener bastantes malos pensamientos a los que hacer frente, apreciamos a aquel que sabe qué, cuándo y cómo hablar.
Una de las mejores maneras de evitar poner esta carga sobre los demás es no hablar cuando estamos enojados porque es casi imposible filtrar las palabras en estas circunstancias. Deje que las cosas se calmen, tal vez usted querrá hablar al día siguiente o a lo largo de la semana … y si crees que aún no es el momento de hablar, no lo hagas.
¿Qué tal escuchar más y hablar menos?
El que guarda su boca guarda su alma; Mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad. 
Retirado del blog de Cristiane Cardoso

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